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Módulo 6 — La salvación: el regalo inmerecido

Este módulo nos enseña que la salvación no se gana ni se merece, sino que es un regalo que recibimos por fe en Jesús. Nos invita a descansar en su obra completa y a vivir desde nuestra nueva identidad en Él.

“Dios los salvó por su gracia cuando creyeron. Ustedes no tienen ningún mérito en eso; es un regalo de Dios.” — Efesios 2:8 (NTV)

Salvación: ¿de qué y para qué somos salvos?

A veces pensamos que ser salvo significa solo “ir al cielo”, pero la salvación es mucho más profunda.

Somos salvos del pecado, de la culpa, del poder del mal y de la muerte eterna. Pero también somos salvos para algo: para vivir en comunión con Dios y reflejar su carácter en la tierra.

“Él nos salvó, no por las acciones justas que nosotros habíamos hecho, sino por su misericordia.” — Tito 3:5 (NTV)

La salvación es el inicio de una nueva vida, no el final del camino.

La cruz: el centro de la salvación

Todo lo que somos y todo lo que tenemos en la fe comienza en la cruz. Jesús cargó con nuestros pecados y pagó el precio que nosotros no podíamos pagar.

“Él fue traspasado por nuestras rebeliones y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz.” — Isaías 53:5 (NVI)

La cruz es el lugar donde la justicia de Dios y su amor se encontraron. Allí, nuestra deuda fue cancelada y nuestra historia, restaurada.

La resurrección: garantía de una nueva vida

La salvación no termina en la cruz: Jesús resucitó, y con su resurrección nos dio vida nueva.

“Porque si hemos sido unidos con él en su muerte, también lo seremos en su resurrección.” — Romanos 6:5 (NTV)

Su victoria sobre la muerte garantiza nuestra libertad del pecado. Ya no vivimos esclavos de lo viejo, sino llenos de esperanza, sabiendo que su poder actúa en nosotros cada día.

Gracia vs. Obras

Nada que hagamos puede comprarnos el favor de Dios. La salvación no se gana con buenas acciones, sino que se recibe por fe.

“Y si es por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no sería gracia.” — Romanos 11:6 (RVR60)

Las buenas obras son resultado, no causa de la salvación. Obedecemos y servimos no para ser amados, sino porque ya fuimos amados.

Cuando comprendemos esto, dejamos de vivir tratando de “ganar” el favor de Dios y comenzamos a vivir agradecidos por lo que ya nos dio.

Justificación, regeneración, santificación y glorificación

La salvación es un proceso completo que abarca toda nuestra vida:

  1. Justificación: cuando creímos, fuimos declarados inocentes ante Dios por la obra de Jesús.

“Así que ahora no hay condenación para los que pertenecen a Cristo Jesús.” — Romanos 8:1 (NTV)

  1. Regeneración: el Espíritu Santo nos dio una nueva naturaleza y nos hizo hijos de Dios.
  2. Santificación: el proceso diario en el que Dios nos transforma para parecernos más a Jesús.
  3. Glorificación: la promesa futura de una vida eterna sin pecado ni dolor.

Cada etapa muestra que la salvación no es solo un evento pasado, sino una obra continua que Dios realiza en nosotros.

Seguridad de salvación: ¿puedo perderla?

La salvación no depende de nuestro rendimiento, sino de la fidelidad de Dios. Sin embargo, debemos cuidarla con reverencia, permaneciendo cerca de Él.

“Estoy convencido de que nada podrá separarnos del amor de Dios que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor.” — Romanos 8:38–39 (NTV)

La evidencia de una fe verdadera no es la perfección, sino la perseverancia. Cuando el Espíritu Santo habita en nosotros, nos sostiene incluso en nuestras caídas.

Qué hacer cuando dudo de mi fe

Todos atravesamos momentos en que nos sentimos lejos de Dios o inseguros. En esos momentos, recordá tres verdades simples:

  1. Dios no cambia, aunque tus emociones sí.
  2. Su gracia no se agota.
  3. Tu fe puede tambalear, pero su amor no se mueve.

Volvé a la cruz, hablá con Él y pedile que renueve tu confianza. La fe no es ausencia de duda, sino decisión de seguir creyendo a pesar de ella.

Cómo compartir el mensaje de salvación

El evangelio no fue hecho para guardarlo, sino para compartirlo.

Podemos hacerlo de maneras simples: contar nuestra historia, servir con amor, o hablar de lo que Jesús hizo en nuestra vida.

“Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a todos.” — Marcos 16:15 (NTV)

Hablar de Jesús no requiere ser experto, solo ser testigo. Cada palabra, acción o gesto puede ser una semilla de esperanza en alguien más.

Aplicación Personal

Tomate un momento para escribir una carta de gratitud a Dios por la salvación. Podés comenzar con algo como:

“Señor, gracias porque me salvaste, no por lo que hice, sino por quién eres. Gracias por tu cruz, por tu perdón y por darme nueva vida…”

Leela durante la semana cada mañana, y recordá que tu identidad no se basa en lo que lográs, sino en lo que Jesús ya hizo.

Reflexión / Resumen

La salvación no es una meta que alcanzamos; es una realidad que abrazamos. Cuando entendemos que fue Dios quien dio el primer paso, dejamos de correr detrás de su amor y empezamos a caminar dentro de él. Somos salvos, estamos siendo transformados y seremos glorificados. Nada puede cambiar eso.

Oración Final

Padre, gracias por salvarme por gracia. Gracias por enviar a Jesús a pagar el precio que yo no podía pagar. Hoy descanso en tu amor y en tu perdón. Enséñame a vivir con gratitud y a compartir con otros lo que tú hiciste en mí. En el nombre de Jesús, amén.

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