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Módulo 3 — El Espíritu Santo: presencia viva

Este módulo nos ayuda a entender que el Espíritu Santo no es una fuerza ni una emoción, sino una persona real que habita en nosotros, nos transforma y nos capacita para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios.

“Y yo pediré al Padre, y él les dará otro Consolador, para que los acompañe siempre.” — Juan 14:16 (NVI)

El Espíritu Santo es una persona

El Espíritu Santo no es una energía ni una sensación, sino la tercera persona de la Trinidad. Él tiene voluntad, sentimientos y habla.

“No entristezcan al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención.” — Efesios 4:30 (NVI)

Podemos relacionarnos con Él, escucharlo y obedecer su dirección. Así como Jesús caminó junto a sus discípulos, hoy el Espíritu Santo camina con nosotros.

Su obra en nosotros: convicción, regeneración y nueva vida

Antes de conocer a Jesús, el Espíritu Santo es quien nos convence de pecado y nos muestra nuestra necesidad de un Salvador.

“Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.” — Juan 16:8 (RVR60)

Cuando creemos, el Espíritu nos regenera: nos da una nueva naturaleza y nos hace parte de la familia de Dios. Él no solo cambia lo que hacemos, sino quiénes somos por dentro.

El fruto del Espíritu

La evidencia más clara de que el Espíritu Santo está obrando en nosotros no son los dones, sino su fruto.

“El Espíritu Santo produce en nosotros este tipo de fruto: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio.” — Gálatas 5:22–23 (NTV)

El fruto del Espíritu no se obtiene por esfuerzo humano; nace cuando nos rendimos a su obra. Cada día, su presencia nos transforma para parecernos más a Jesús.

Los dones del Espíritu: propósito y servicio

El Espíritu Santo también reparte dones para el servicio y la edificación de la iglesia.

“A cada uno de nosotros se nos da un don espiritual para que nos ayudemos mutuamente.” — 1 Corintios 12:7 (NTV)

Estos dones no son para impresionar, sino para bendecir. Algunos son de palabra (sabiduría, enseñanza, profecía), otros de acción (servir, sanar, administrar), pero todos deben reflejar el amor de Cristo. Un don sin carácter no edifica; el fruto siempre debe acompañar al don.

Cómo discernir la voz del Espíritu

El Espíritu Santo nos guía, pero no grita; habla con suavidad. Para reconocer su voz necesitamos quietud y disposición a obedecer.

Su voz siempre será coherente con la Biblia, producirá paz interior y nos llevará a glorificar a Jesús, no a nosotros mismos.

“El Espíritu de verdad… los guiará a toda la verdad.” — Juan 16:13 (NTV)

Si algo contradice la Palabra o produce confusión, no viene de Él. Escuchar al Espíritu es aprender a vivir atentos a sus impulsos y sensibles a su dirección.

Ser guiados por el Espíritu en la vida diaria

El Espíritu Santo no solo se mueve en momentos espirituales, sino en lo cotidiano:

  1. En nuestras decisiones, nos muestra lo que agrada a Dios.
  2. En el trabajo, nos recuerda actuar con integridad.
  3. En los conflictos, nos enseña a responder con amor y paciencia.
  4. En la debilidad, nos fortalece.

“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.” — Romanos 8:14 (NVI)

Ser guiado por el Espíritu es aprender a depender más de su voz que de nuestras emociones.

El bautismo y la llenura del Espíritu Santo

Cuando creemos en Jesús, el Espíritu viene a vivir en nosotros. Pero también la Biblia nos invita a ser llenos del Espíritu cada día.

“Sean llenos del Espíritu Santo.” — Efesios 5:18 (NTV)

Ser lleno del Espíritu es permitirle controlar nuestras decisiones, pensamientos y acciones. No es una experiencia de un solo día, sino una vida de rendición constante.

El bautismo del Espíritu nos capacita para testificar con poder y valentía.

“Pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes; y serán mis testigos.” — Hechos 1:8 (NTV)

El resultado de una vida llena del Espíritu no es solo emoción, sino transformación.

Aplicación Personal

Tomate unos minutos para escribir una oración o compromiso personal:

“Espíritu Santo, te cedo el control de mi vida…”

Podés hacerlo como una carta. Expresá lo que sentís, tus miedos, tus deseos, y pedile que te llene con su presencia cada día.

Durante la semana, buscá momentos de silencio para escucharlo. Preguntale: “¿Qué querés decirme hoy?”

Reflexión / Resumen

El Espíritu Santo es la presencia de Dios en nosotros. No estamos solos, nunca.
Él nos da poder para vencer el pecado, amor para servir y sabiduría para decidir.
Cuando dejamos que el Espíritu gobierne nuestro interior, el mundo exterior comienza a cambiar.

Oración Final

Espíritu Santo, gracias porque estás conmigo. Gracias porque me hablas, me enseñas y me guías. Hoy te entrego mi mente, mis emociones y mis decisiones. Lléname otra vez, y ayúdame a vivir en tu presencia cada día. Que tu voz sea más fuerte que mis temores. En el nombre de Jesús, amén.

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