En este módulo descubrimos que Jesús no es solo un personaje histórico ni un maestro moral, sino el Hijo de Dios, nuestro Salvador y Señor, que vino a mostrarnos el amor del Padre y a darnos vida nueva.
-
Etiquetas
“Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie puede ir al Padre si no es por medio de mí.” — Juan 14:6 (NTV)
Jesús: verdadero Dios y verdadero hombre
Jesús no fue solo un profeta o un buen maestro. Fue y es Dios hecho hombre.
“En el principio la Palabra ya existía. La Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.” — Juan 1:1 (NTV)
Él dejó su gloria celestial para hacerse uno de nosotros, experimentar nuestro dolor, y mostrarnos cómo es el corazón del Padre.
“Así que el Verbo se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros.” — Juan 1:14 (NTV)
Jesús es la perfecta unión entre lo divino y lo humano: completamente Dios, completamente hombre.
Su nacimiento, vida y enseñanzas
El nacimiento de Jesús no fue casualidad; fue el cumplimiento de promesas hechas desde siglos atrás. Vivió una vida sin pecado, sirviendo, sanando y amando a todos. Sus palabras no solo enseñaban, transformaban corazones.
“El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.” — Marcos 10:45 (NTV)
Sus enseñanzas sobre el perdón, el amor al prójimo, la humildad y el Reino de Dios siguen siendo el fundamento de la fe cristiana.
La cruz: sustitución, perdón y redención
En la cruz, Jesús tomó nuestro lugar. Llevó sobre sí nuestros pecados para darnos perdón y reconciliación con Dios.
“Él fue traspasado por nuestras rebeliones y aplastado por nuestros pecados.” — Isaías 53:5 (NTV)
El sacrificio de Jesús no fue una tragedia, sino un acto voluntario de amor. En la cruz, el pecado fue vencido y la puerta hacia Dios fue abierta.
“Porque también Cristo sufrió una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios.” — 1 Pedro 3:18 (RVR60)
Cuando miramos la cruz, no vemos derrota: vemos amor en su máxima expresión.
La resurrección: evidencia y esperanza
Tres días después, Jesús resucitó. Su tumba vacía es la base de nuestra fe.
“No está aquí; ha resucitado, tal como dijo.” — Mateo 28:6 (NTV)
La resurrección demuestra que Jesús tiene poder sobre la muerte, el pecado y toda oscuridad. No seguimos a un líder muerto, sino a un Salvador vivo. Su victoria es nuestra esperanza: si Él venció, nosotros también venceremos.
Jesús como mediador, Señor y amigo
Jesús no solo nos salvó, también nos invita a tener una relación con Él. Es nuestro mediador ante el Padre, nuestro Señor que guía nuestra vida, y nuestro amigo que nos acompaña.
“Ya no los llamo siervos… los he llamado amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.” — Juan 15:15 (NVI)
Seguir a Jesús no se trata solo de obedecer reglas, sino de caminar con una persona real, viva y presente.
Cómo recibir a Cristo y vivir en obediencia
Aceptar a Jesús como Señor y Salvador es el paso más importante de la vida. No se trata de una religión, sino de una entrega del corazón: reconocer que lo necesitamos, creer que murió y resucitó, y decidir seguirlo cada día.
“Si declaras abiertamente que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo.” — Romanos 10:9 (NTV)
Vivir en obediencia a Jesús es permitir que su Palabra y su Espíritu transformen nuestro carácter, decisiones y prioridades.
Jesús, el único camino a Dios
Jesús no dijo ser uno de los caminos, sino el camino.
“Yo soy el camino, la verdad y la vida.” — Juan 14:6 (NTV)
Ninguna religión, obra o filosofía puede salvarnos. Solo Jesús puede reconciliarnos con el Padre, porque solo Él venció el pecado. Cuando lo reconocemos como el centro de nuestra fe, encontramos la verdad, la libertad y la paz que nada más puede dar.
Aplicación Personal
Escribí brevemente tu propia historia con Jesús.
“Qué cambió en mí desde que conocí a Jesús…”
No importa si tu relación con Él recién comienza o si aún estás conociéndolo. Reflexioná en cómo su amor, perdón o ejemplo han empezado a transformar tu forma de pensar, sentir o vivir.
Reflexión / Resumen
Jesús no vino solo a salvarnos del pecado, sino a devolvernos la vida que el pecado había robado.
Él no busca admiradores, busca discípulos. Cada vez que decimos “sí” a su llamado, la historia del evangelio sigue escribiéndose en nosotros.
Oración Final
Señor Jesús, gracias porque diste tu vida por mí. Gracias por tu cruz, por tu perdón y por tu amor. Hoy te reconozco como mi Señor y Salvador. Quiero seguirte, conocerte y obedecerte cada día. Hazme nuevo por dentro y enséñame a vivir como tú viviste. Amén.